Instituciones del Estado: Consideraciones éticas y lucha contra la corrupción

A pesar de haber trascurrido dos décadas del proceso Bolivariano, Venezuela como sociedad todavía se encuentra atrapada “virtual y realmente” en los dispositivos y prácticas de quiebre de una buena gobernanza a través de los funcionarios públicos; a esta situación la conocemos como corrupción administrativa. En efecto, se ha convertido en vitrina de la esfera pública, que nos lleva a grandes deformaciones y traiciones del ideario socialista; la conducta de meterle la mano al erario de la nación se ha constituido en algo cotidiano que contamina todo el tejido de relaciones sociales, desde la gerencia del Estado, hasta el propio poder popular, dándose el caso de comportamientos criminales a la hora de dirimir denuncias y propuestas. El modo de ser y hacer política tiene que poseer un anclaje ético que muestre que es posible construir con transparencia, eficiencia y rendición de cuentas, una nueva república donde haya confianza en el modelo de propuesta y acción de gobierno. Es responsabilidad de todos los ciudadanos, y del pueblo en general, asumir una ética y moral de lo social, alimentada por la conciencia individual de hacer políticamente lo correcto; ser inteligibles al expresar que la revolución cultural y moral es pieza para legitimar la asertividad de las instituciones con todo un perfil de civilidad y justicia, donde la veracidad sea la interlocutora de una ética de urgencia (lucha anticorrupción) para consolidar el Proyecto Bolivariano. Sujetos militantes, pueblo de esquina, que puedan vivir y convivir en sociedad, lograr la ciudadanía reflexiva, reivindicando la soberanía y lectura propia de las leyes y Constitución Nacional con el propósito de defender lo que se votó en los procesos electorales pasados. La política y la vida activa es quehacer y el quehacer ético de gobernanza se hace a sí mismo por medio de la voluntad de hacer las cosas de otra manera, donde no se tenga que enmascarar y esconder nada, donde la división entre vida pública y privada de los dirigentes y funcionarios del gobierno no se convierta en un acto de separación de los intereses en común con los fines individuales. Si aspiras a un cargo o puesto en la estructura de poder que no sea por la “moral por interés”; el dinero fácil es una tentación que quema las manos y termina convirtiéndose en un fin para convertirse en un “dirigente de éxito”. La mentalidad corrupta tiene su ADN en todos los poderes públicos en estrecha complicidad con los factores económicos de todo tipo; se es políticamente de izquierda, pero en verdad se aspira a ser parte de esa capa social donde el consumismo y afán de lucro a toda costa es el valor moral principal. Queremos afirmar que no se trata de elevar un estandarte de una moral pacata, puritana confesional y hasta inquisidora, donde el resentimiento y la envidia, y el interés como móvil de actuación de venganza social, sean la meta para la picota o el patíbulo. La revolución no es solamente en lo político, más bien es el salto cultural hacia el cambio y regeneración del pensamiento crítico que inició el propio comandante Hugo Chávez. En junio del 2012 nos convocaba a promover una nueva orientación ética, moral y espiritual de la sociedad, basada en los valores liberadores del socialismo. De tal modo que la elevación de la eficiencia en todos los niveles de la gestión de gobierno, para satisfacer las necesidades de las mayorías nacionales, es una tarea inmediata; la moral socialista basada en valores, experiencias y ejemplos reales es el estímulo de mayor legitimidad con el pueblo. En Venezuela, la gobernabilidad y el funcionamiento de las instituciones son para el beneficio de todos, opositores y simpatizantes del proyecto de gobierno; esa capacidad de tolerancia y reconocimiento del “otro”, del adversario ideológico, es la mejor carta de intención democrática; teniendo claro que la dirigencia y la militancia fanática de estos sectores nos quieren reconocer, pero para quemarnos…, véase y recuérdese las revueltas organizadas por la llamada “sociedad civil” del liberalismo democrático pro-EEUU. En épocas de crisis, de oscuridad, donde debe funcionar “la lámpara de Diógenes” en el encuentro de hombres probos y honestos, los dirigentes, jefes y militantes de primera línea tienen que estar presentes, no se puede arengar a la población a resistir y mantenerse anti imperio, mientras no se corre ningún riesgo, las revoluciones sociales de América Latina lo han mostrado significativamente.
Dependemos en común de nuestra voluntad, inteligencia, nuestra conciencia y moral de combate, la socorrida excusa de la complejidad de lo institucional no niega el cumplimiento de la agenda social. José Ramón Rodríguez

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