El laberinto de la cibersoledad

 

 


El laberinto de la cibersoledad

 

Una reflexión sobre las llamadas NTIC y el internet mercantilizado, cerca de un gran libro de Frank Schirrmacher

 

Nos hemos visto arrastrados al interior de un sistema de pensamiento y comportamiento que nos enseña que es razonable ser egoístas.

El prematuramente desaparecido Frank Schirrmacher, en su libro Ego (Ariel, Barcelona 2014), nos ha proporcionado una de las mayores contribuciones individuales a la inteligibilidad del mundo donde vivimos que uno recuerda haber leído en mucho tiempo.

Es verdad que ese mundo es espantoso, y que analizarlo no resulta tarea grata. Pero por favor, no maten al mensajero…

 “Piensa mal y acertarás” nos da el modelo básico de la profecía que se autocumple. Ego desarrolla, a lo largo de 270 páginas estremecedoras, cómo el más bien inoperante Homo economicus de la teoría marginalista mutó, a finales del siglo XX, en un temible monstruo digital: el Número 2, un doble de nosotros mismos (cada cual su propio “número uno”) movido solamente por el egoísmo, la desconfianza y el miedo. Nuestro problema es que, en la era de la “economía del conocimiento” y el Internet mercantilizado, este Número 2 va colonizando cada vez más espacios, y transformando la entera sociedad a su imagen y semejanza. Como dice el autor en una entrevista:

“Nos hemos visto arrastrados al interior de un sistema de pensamiento y comportamiento que nos enseña que es razonable ser egoístas. Esto es lo nuevo. Hablamos de una nueva racionalidad de gran repercusión que ha sido codificada en las propias máquinas, desde los algoritmos bursátiles de la negociación de alta frecuencia hasta los modelos de riesgo de la NSA [Agencia de Seguridad Nacional, el servicio de inteligencia de los EE.UU]. No es tecnología, es política. Todo el mundo conoce los infiernos de la cadena de montaje y de la eficiencia de la época de Ford. Ahora extendemos esos criterios de eficiencia a lo social: pensar, escribir, caminar, correr, comunicar. (…) Vivimos el triunfo del neoliberalismo autoprogramado en la técnica. La premisa decisiva dice: Cada uno solo piensa en sí mismo.”1.

En una biosfera finita donde viven seres vivos finitos (incluido el menesteroso anthropos), lo que se ha venido desplegando contra cada vez menor resistencia es una sed de beneficio infinita, y una voluntad de dominación infinita: y todo ello hoy se materializa en una “megamáquina”, un super-aparato técnico que tiende a sustituir a toda otra realidad (6.800 millones de teléfonos móviles, en 2013, para una humanidad de 7.100 millones de personas).2

Vivimos en un mundo donde lo tanático campa por sus respetos, fuera de todo control. Llámenlo transhumanismo si lo prefieren, para no emplear la expresión pulsión de muerte. Todo indica que los horrores del siglo XXI harán pequeño todo lo que la humanidad conoció en el pasado.

Vivimos ya en un mundo intensamente distópico (yo abordé este asunto en el capítulo segundo de mi libro El socialismo puede llegar sólo en bicicleta); pero la inmensa mayoría de nosotras y nosotros no alcanza a imaginar la distopía extrema, potenciada hasta lo indecible, del mundo hacia el que vamos. 4

La trampa que el capitalismo tendió a la humanidad ha terminado de cerrarse sobre nuestras cabezas. El siglo XXI se sumirá en inauditas formas, en desconocidas intensidades de destrucción socioecológica: no hay precedentes históricos para casi nada de lo que va a ocurrir en nuestro Siglo de la Gran Prueba.

 (Por supuesto, decir El Capitalismo y La Humanidad con gran prosopopeya supone incurrir en enormes simplificaciones: la Trampa Que Se Cierra Sobre Nuestras Cabezas es obra de la acción y la inacción de los seres humanos, al término de cinco milenios de luchas sociales, desarrollos técnicos y extravíos culturales. Las líneas de ruptura cruzan las subjetividades de cada una y cada uno de nosotros.)

 La humanidad nunca ha vivido antes en un planeta con cuatrocientas partes por millón de dióxido de carbono en la atmósfera; y nunca ha conocido el tipo de genocidio hacia el que vamos. Se esfuerza uno por hacer prosperar sus negocios y obtener su merecido beneficio, e inadvertida pero rápidamente degrada la biosfera y destruye la civilización humana… ¡Ay, qué lástima! Collateral damage, efectos no deseados de la acción racional y el rational choice que pusimos en marcha en tiempos de la Ilustración escocesa, con aquel amable caballero que respondía al nombre de Adam Smith…

“Sería terrible dejar internet en manos de gobiernos poco democráticos”, declara Vincent Cerf, vicepresidente de Google, apuntando hacia Rusia o China. Y no se da cuenta -estaríamos buenos- de la involuntaria ironía que encierran sus palabras: es terrible, en efecto, que internet esté en manos de oligarquías plutocráticas como las que imperan en EEUU. “Democracia” designa un deseo utópico, un orden social por construir. (Las declaraciones anteriores, por cierto, fueron realizadas desde la cumbre NetMundial 2014, celebrada del 23 al 25 de abril en Sao Paulo, Brasil: cumbre internacional que finalmente decidió tumbar la neutralidad de la Red, acelerando así el proceso de oligarquización del mundo.)

Ay, ese mundo de fantasía donde creen vivir los libertarios digitales… Pero los mejores hackers parecen ya estar trabajando para la banca, el ejército, la NSA y la nueva policía política.

En 2009 el profesor Anders Colding-Jørgensen, de la Universidad de Copenhague, llevó a cabo un experimento interesante. Creó un grupo en Facebook para protestar contra la demolición de la Plaza de la Cigüeña, en la capital danesa. En solo una semana, más de 10.000 personas lo apoyaron; a las dos semanas, el grupo ya tenía 27.000 miembros. Pero ése era el experimento: no había ningún plan para demoler la plaza, y el investigador sólo quería demostrar lo fácil que era crear un movimiento virtual numeroso usando las redes sociales. La gran pregunta es: ¿puede transformarse esa facilidad técnica para la coordinación en verdadera energía política capaz de cambiar las cosas?4

 Nos resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo, nos decía hace ya años Frederic Jameson. Actualicemos: nos resulta más fácil imaginar el fin del mundo que un planeta sin smartphones. Impresiona la intensidad del determinismo tecnológico que inoculan las llamadas NTIC (Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación) en las cabezas de la gente...

El consejero delegado de Telefónica –CEO por sus siglas en inglés—, en una conferencia en la escuela de negocios IESE, enuncia el aggiornamento digital de la vieja fórmula del imperativo tecnológico (ya saben: aquello que sea posible hacerlo, sin duda lo haremos): No es una opción ser disruptivos: hay que serlo.5

 Cuando en la primavera de 2010 Apple lanzó en medio mundo la venta de su famoso iPad, “su tablet miniportátil llamado a revolucionar el mundo de la informática como ya lo hizo su iPhone con el de la telefonía móvil” –según decía la información/ propaganda (tienden a confundirse)--, supimos que los trabajadores que fabricaban el artilugio (en las plantas de la empresa Foxconn sitas en Shenzen, China) denunciaron condiciones militares en las cadenas de montaje, salarios base en torno a cien euros mensuales, y jornadas laborales de hasta 16 horas diarias, seis días a la semana. Así son las cosas en nuestro mundo del retroprogreso: la modernidad tecnológica más cool adyace a relaciones laborales arcaicas.

 Reflexiona Evgueni Morozov sobre las grandes compañías en la red, como Google y Facebook, que ofrecen servicios gratuitos a cambio de datos personales –y con ello están estableciendo las relaciones sociales del futuro.

 “Cuando uno contrata a alguien como asistente personal, uno paga a esa persona por los servicios prestados y ahí se acaba la cosa. Es tentador decir que la misma lógica funciona con los asistentes virtuales: uno hace entrega de sus datos —igual que haría entrega de su dinero en efectivo— para que Google le provea de ese servicio, gratuito, por lo demás. Pero aquí algo no cuadra: pocos de nosotros esperamos que nuestros asistentes personales se marchen con una copia de todas nuestras cartas y archivos para hacer dinero con ellos. Para los asistentes virtuales, por el contrario, esa es la única razón de que ellos existan. De hecho, se nos está engañando por partida doble: en primer lugar, cuando hacemos entrega de nuestros datos —que, al final, acaban en el balance de Google— a cambio de unos servicios relativamente triviales, y, en segundo, cuando esos datos son después utilizados para personalizar y estructurar nuestro mundo de una manera que no es ni transparente ni deseable. Esta segunda característica de los datos, capaz de moldear la vida, como una mera unidad de intercambio, todavía no ha sido bien comprendida. Sin embargo, es precisamente esa capacidad de conformar nuestro futuro después de entregarlos lo que convierte a los datos en un instrumento de dominación.”

 El promedio de tiempo de lectura de cada una de las noticias que aparecen en uno de los diarios digitales más consultados es de 44 segundos, me informa (en mayo de 2015) una periodista que trabaja en esa redacción. Se lee cada vez más en pantalla, y menos en papel. Según informa la Federación del gremio de editores, se vendieron en España sólo 154 millones de libros en 2013, frente a los 228 millones de 2010.

 Leer no es pasear la vista sobre un texto. Leemos cada vez menos - nos distraemos mucho más. “El cambio en la forma de leer y procesar la información se ha convertido en una creciente fuente de observación y preocupación entre neurocientíficos y psicólogos, que temen que nuestra capacidad de concentración y de leer en profundidad esté mermando. Las y los científicos trabajan con la hipótesis de que la forma de leer en Internet, rápida, superficial y saltando de una información a otra, junto a la expansión de las redes sociales y de los teléfonos inteligentes, han cambiado no solo nuestra forma de leer, sino también nuestro cerebro. Dicen incluso que el actual es un momento histórico, comparable a la invención de la imprenta o incluso de la escritura, y que ha llegado el momento de retomar el control de nuestros hábitos de lectura.

 Investigaciones científicas de todo el mundo apuntan en esa dirección. En Europa, más de un centenar de expertos suman fuerzas en una plataforma con la que pretenden desentrañar los efectos de la digitalización en los distintos tipos de lecturas. ‘Es muy plausible que la lectura profunda sea menos compatible con la lectura en las pantallas y que sea más difícil concentrarse porque las redes sociales, los correos, los anuncios web compiten por la atención del lector. Ese es el patrón que emerge de numerosos experimentos’, indica Anne Mangen, del Centro para la Investigación y la Educación Lectora de la Universidad de Stavanger, en Noruega…”8

 El objetivo de hiperconexión total, en todo lugar y momento, gracias a dispositivos transportables de telecomunicaciones (smartphones, tabletas, miniportátiles, etc.), objetivo que se presenta como autoevidente en esta sociedad nuestra que se hace pasar a sí misma por una “sociedad del conocimiento” (como si conocer, y generalizar el conocimiento, fuese tan fácil)9 , ese objetivo de hiperconexión comunicante es contraproducente (como tantos otros de los que nos propone este maldito capitalismo financiarizado que domina): se presenta hablándonos de libertad, pero fácilmente puede generar nuevas servidumbres. ¿Y cómo? Reflexionemos un momento. Incluso las concepciones menos exigentes de la autonomía humana –como la que puede representar Arnold Gehlen, por ejemplo— exigen lo que cabe llamar un momento de desconexión. En la antropología filosófica de Gehlen, se apunta a la capacidad de “descarga” (Entlastung) del ser humano (respecto de la sobreabundancia de estímulos del entorno), así como a la capacidad de diferir la satisfacción de las pulsiones, como base de esa autonomía (realmente se trata de una concepción minimalista).

La libertad humana exige esa suerte de retracción respecto del exceso de estímulos, de manera que se abra el espacio interior de la deliberación, y sea posible –a veces— la decisión autónoma. La hiperconexión mediante TIC (ya se sabe: Tecnologías de la Información y la Comunicación) tiende a anular tal espacio interior. 12 En 1991 el cantante y escritor Momus (Nick Currie) dijo que en el futuro todos íbamos a ser famosos para quince personas. Esta lúcida retorsión de los famosos “quince minutos de fama” de Andy Warhol señala bien un cambio importante dentro de la sociedad del espectáculo: el tránsito de la era de la televisión a la de internet. En esta última –desde 1990 aproximadamente— la fragmentación cultural se intensifica, y los grupos sociales subordinados tienen cada vez más difícil identificarse a sí mismos a través del reconocimiento de intereses comunes. (Recuerdo al tipo a quien vi en el tren de cercanías absorto en la lectura de la revista Hablemos de loros. Un montón de páginas a todo color donde se sucedían reportajes como “El adiestramiento de los loros”, “Todo sobre el guacamayo azul”, “El periquito turquesa”… Seguramente en este país no se encontrarán suficientes interesados como para que se mantenga una revista sobre, digamos, la Hacienda pública y los impuestos con perspectiva crítica –a pesar de que en ello nos va la vida buena y los bienes comunes--; sin embargo, los aficionados a los loros pueden buscar en el kiosco su publicación especializada…) Diría que más de la mitad del efecto de las muy cacareadas TIC (cuántos los pomposos acrónimos…) estriba en disolver vínculos sociales reales para, en vez de eso, alimentar comunidades virtuales. Ah, y de paso ayudan a la gente a comunicarse un poco, sin duda... 13 Facebook te dice: si meas en tu casa, hazte un selfie y compártelo de inmediato con todo el mundo mundial. Y la ANECA te dice: si meas en los lavabos de la Facultad, pide de inmediato un certificado de calidad académica, y añádelo sin tardanza a tu expediente digital. Capitalismo cognitivo, capitalismo académico, capitalismo excremencial y urinario. 14 Te prometen googleglasses para ver hasta lo invisible… y su principal función es la de anteojeras para dejar de percibir las realidades más básicas. Al lado de Google, el Partido Comunista Cubano representa algo así como el humanismo –dijo el veterano anarquista. La sociedad está a punto de ser abducida al ciberespacio, y lo que hay allí dentro es una “pesadilla con aire acondicionado”, como diría Henry Miller; un infierno amable; una cámara de tortura con decoración de diseño gestionada eficientemente por el Pato Donald y su Tío Gilito… ¿De verdad no prefiere usted quedarse fuera? Naturofobia, sociofobia y alterofobia son las tres grandes dimensiones de nuestro extravío –que se compensa con la huida hacia los cibermundos, y ello retroalimenta el extravío… En la era de la fórmula de Black-Scholes y del algoritmo gugleico de Add-words, el humanismo residual lo buscamos en los bonobos y en los bosquimanos. 15 Una junto a otra, adyacentes pero tan distantes, en cada espacio público o privado, cada persona absorta en su pantallita de smartphone... Y lo que cada cual está mostrando (por más que su intención consciente vaya por otro lado, por más que su sensación subjetiva de libertad no deje de acrecentarse) es algo así como: quiero ser dominado (siempre que ese dominio se ejerza de forma tan amable, distraída y seductora).10

Si en la época dorada del imperialismo europeo el poeta, historiador y político anglofrancés Hilaire Belloc podía suspirar con alivio: “pase lo que pase tenemos/ la ametralladora Maxim y ellos no” (1898),11 ahora habría que parafrasear: “Pase lo que pase, nosotros” (es decir, ellos) “tenemos” (tienen) “las pantallitas controladas por Big Brother y ellos no” (nosotros no)...

 Pero la sociedad no está viendo, en las NTIC, un medio de control social que deja atrás todo lo conocido en el pasado, y nos conduce hacia un mundo donde el adjetivo “orwelliano” se convertirá en un piadoso eufemismo. La sinergia entre la neurociencia moderna y las megacorporaciones capitalistas de las NTIC (como Apple o Google) supone la mayor amenaza para la libertad humana a la que la especie ha tenido que hacer frente en toda su historia.12

 Internet caerá. Pero si cae ahora, el desastre sería menos dañino que si lo hace dentro de diez años --y dentro de diez años, menos que si ocurre dentro de veinte años.

Sir Nicholas Stern dijo famosamente que el cambio climático es the greatest market failure that the world has seen (conferencia ante la Royal Economic Society en Manchester, 28 de noviembre de 2007). No, es más que eso: el capitalismo –que nació enlazado con la Ilustración de una forma, como se sabe, harto compleja— es el mayor fracaso civilizatorio de la historia de la humanidad.

El capitalismo, a la postre, es una fantasía autodestructiva. Ello no sería tan grave si no destruyese, al mismo tiempo, la naturaleza, la sociedad y la sustancia antropológica del ser humano.

Frente a este horror, ¿puede suceder con ciertas perspectivas de éxito algo así como una venganza de las humanidades, de la filosofía, de la poesía? Me temo que no. Se producirá más bien una venganza de la biología, la climatología y la termodinámica. Pero Homo sapiens ya no estará allí para contarlo –o al menos no la mayor parte de la especie, ni sus posibilidades de vida buena.

 Yes we can? Pues me temo que no es posible: va a ser que no… ¿Podemos? Que no, caballero distinguido, ilustre dama, ¡ya le he dicho que no!

 

Notas: 1 Frank Schirrmacher: “El egoísmo es la nueva racionalidad” (entrevista), El Cultural, 7 de febrero de 2014. Puede consultarse en http://www. elcultural.es/version_papel/LETRAS/34090/Frank_Schirrmacher . El ensayista sigue explicando: “Soy consciente de que la crisis financiera tuvo muchas causas. Sin embargo, la pérdida de control global es fruto de modelos matemáticos que antes de la era del ordenador no habrían sido posibles. Durante la crisis, la negociación bursátil de alta frecuencia fue adquiriendo un peso aún mayor en virtud de las mejoras técnicas. La negociación de alta frecuencia es un mecanismo que hasta cierto punto expulsa a los seres humanos fuera del mercado: los algoritmos se convierten prácticamente en personas que dan órdenes. Lehman Brothers no fue más que un presagio. Si no hacemos nada, tendremos crash sociales, como tuvimos crash bursátiles. Un mundo en que unos ordenadores totalmente automáticos leen noticias que proceden de sistemas también automatizados y después toman decisiones que otros robots convierten en noticias y textos de prensa, y todo ello a una velocidad increíble, es fácil imaginar que no se limitará a las bolsas de valores. Y todas esas máquinas no son psicólogos particularmente buenos, en cierto modo siempre juegan un poco a la Guerra Fría…”

2 En 2015, cada 22 segundos se venden 1.000 smartphones en el mundo; ya se han convertido en la principal puerta de entrada a Internet.

 3 También de la entrevista con Schirrmacher en El Cultural: “Ese Homo economicus nunca fue sólo un modelo: el hombre egoísta que solo piensa en su ventaja en los mercados se ha convertido en norma. El tiempo de las teorías y los modelos ha quedado atrás: los modelos cobran vida como el Golem. Aconsejo la lectura del nuevo libro de Eric Schmidt, muchos años jefe de Google y hoy presidente de su consejo supervisor. El doble digital, es decir, esa copia de nosotros reducida a la matemática del egoísmo, sólo era una sombra. Entonces se emancipó, y ahora parece que es él -la suma de huellas digitales que dejamos- quien define quiénes somos realmente. La empresa Cataphora, que analiza correos electrónicos por encargo del Ministerio de Justicia de EE.UU., dice que conoce a la persona, después del análisis, mejor que ella misma. ¿Y qué hace la NSA? La suma de huellas digitales da lugar a un cálculo de riesgos que una persona real no puede rebatir. ¿Qué hacen las modernas empresas de evaluación crediticia? La suma de datos, entre los que se incluye la música que uno escucha y lo que escribe en Facebook, determina la credibilidad. Lo mismo se puede decir de los Estados. ¿Acaso nadie ve lo que está sucediendo?”

 4 Es raro que mis opiniones coincidan con las de Moisés Naím, ¡pero excepcionalmente sucede! Dice este “observador global”: “En el mundo de hoy, una convocatoria por Twitter, Facebook o mensajes de texto para protestar contra un abuso o algo que nos indigna atraerá seguramente una muchedumbre. El problema es lo que pasa después de la marcha. A veces termina en confrontaciones violentas con la policía y otras veces no. Pero en todo caso, lo más frecuente es que no exista una organización con la capacidad de dar seguimiento a las exigencias y llevar adelante el complejo, muy personal y más aburrido trabajo político, que es el que produce cambios en las decisiones gubernamentales. Sobre esto, el profesor Zeynep Tufekci ha escrito que ‘antes de Internet, el tedioso trabajo organizativo necesario para evadir la censura u organizar una protesta también ayudaba a crear la infraestructura que servía de apoyo a la toma de decisiones y a las estrategias para sostener los esfuerzos. Ahora, los movimientos pueden saltar esas etapas, lo cual con frecuencia los debilita’ .Hay un poderoso motor político prendido en las calles de muchas ciudades. Gira a altas revoluciones y genera mucha energía. Pero ese motor no está conectado con las ruedas y por eso no hay movimiento. Para conectarlo hace falta más contacto humano directo y más organizaciones capaces de hacer trabajo político a la antigua. Es decir, cara a cara. Todos los días.” (Moisés Naím, “Mucha protesta, pocos cambios”, El País, 30 de marzo de 2014)

5 María Fernández, “Palabra de consejero delegado”, El País Negocios, 5 de julio de 2015. Fernández está resumiendo una conferencia de José Mª Álvarez-Pallete en el IESE. Véase http://economia.elpais.com/ economia/2015/07/03/actualidad/1435948093_210877.html

 6 Evgeny Morozov, “Siervos y señores de internet”, El País, 16 de mayo de 2015 (puede consultarse en http://elpais.com/elpais/2015/05/05/ opinion/1430842193_759913.html ). La cita continúa: “Mientras que el dinero al contado no tiene historia y solo implica una pequeña conexión con la vida social, los datos no son otra cosa que la representación de la vida social, si bien cristalizada en kilobytes. Google Now puede funcionar solamente si la compañía que hay detrás consigue llevarse amplias porciones de nuestra existencia bajo su paraguas corporativo. Una vez allí, esas actividades pueden adquirir una nueva dimensión económica: pueden finalmente ser monetizadas. Nada por el estilo les sucede a los ricos de hoy cuando contratan a un asistente personal. Aquí, el equilibrio de poder está bastante claro: el amo está dominando a quien le sirve, y no al revés, como es el caso con Google Now y los pobres. En cierto modo, son los pobres los verdaderos “asistentes virtuales” de Google, al ayudarle a amasar los datos. (…)¿Por qué los ricos necesitan asistentes personales? ¿Pudiera ser que no porque les guste la asistencia personal, sino porque les guste tener tiempo libre? Formular este argumento sería revelar que los pobres, tal vez, no van a poder disfrutar de tanto tiempo libre como los ricos, incluso si se hacen con los más novedosos artilugios de Google. La dialéctica del empoderamiento funciona utilizando caminos misteriosos: sí, los aparatos inteligentes podrían ahorrarnos tiempo: así que podremos emplearlo en trabajar para poder pagar unas más elevadas y personalizadas primas de seguros, o en enviar ese correo electrónico extra relacionado con el trabajo, o en rellenar un formulario extra requerido por algún sistema burocrático recién informatizado…”

7 Por supuesto, esta caída ref leja también el impacto de la crisis económica, el altísimo desempleo y el empobrecimiento de la mayoría de la población). El Barómetro del CIS de enero de 2015 indica, además, que la mitad de españoles no compró ningún libro en 2014 y que el 35% no lee nunca o casi nunca.

 8 Ana Carbajosa, “¿Recuerdas cuando leíamos de corrido?”, El País, 24 de mayo de 2015 (http://politica.elpais.com/politica/2015/05/06/ actualidad/1430927826_380794.html ). El artículo continúa: “Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva de la Universidad estadounidense de Tufts, es un referente en la materia. ‘Temo que la lectura digital esté cortocircuitando nuestro cerebro hasta el punto de dificultar la lectura profunda, crítica y analítica’, explica por teléfono Wolf, quien accede a abandonar por unos minutos su encierro californiano, donde trabaja en su próximo libro sobre la lectura. ‘Nuestra mente es plástica y maleable y es un reflejo de nuestros actos. Las investigaciones nos dicen que ha disminuido mucho nuestra capacidad de concentración. Los jóvenes cambian su atención unas 20 veces a la hora, de un aparato a otro. Cuando se sientan a leer, tienden a reproducir esa lectura interrumpida y en zigzag. Tenemos que ser conscientes de que estamos en medio de un cambio muy profundo’. Wolf cree que el momento histórico que más se asemeja a la revolución actual fue la transición de los griegos de la cultura oral a una centrada en la escritura. (…) En 2010, David Nicholas presentó con la University College de Londres un estudio que dio la vuelta al mundo y que puso el foco en lo que llamaron la Generación Google, y que concluyó que los nativos digitales, nacidos a partir de 1993 eran más incapaces de analizar información compleja y más propensos a leer a toda prisa y de forma más superficial. Desde entonces, los teléfonos inteligentes y las redes sociales han ocupado parcelas y minutos de nuestras mentes antes liberados. El último informe de la OCDE resalta la rápida penetración de los smartphones en España y cifra en 73,3 las conexiones por cada 100 habitantes. ‘Neurólogos y psicólogos confirman ahora que aquel diagnóstico no ha hecho más que empeorar. Nuestro cerebro ha perdido capacidad de concentración. La gente ya no quiere leer largo y profundo. El cambio es rapidísimo, y los teléfonos inteligentes han acelerado este proceso porque hacen además que la gente lea en movimiento, lo que supone una distracción adicional. Las implicaciones para nuestra cultura y nuestra sociedad son inmensas’.”

 9 En realidad, tenemos bastantes motivos para temer más bien estar alimentando una sociedad de la ignorancia, de la incultura acrítica. Véase Gonçal Mayos y Antoni Brey (eds.), La sociedad de la ignorancia, Península, Barcelona 2011. 10 Una reflexión interesante: Evgeny Morozov, “La tecnología que nos aísla”, El País, 4 de octubre de 2014. Puede consultarse en: http://elpais.com/ elpais/2014/10/03/opinion/1412336783_752251.html 11 Citado por Ian Morris en ¿Por qué manda Occidente… por ahora?, Ático de Libros, Barcelona 2014, p. 29. 12 Véase Javier Sampedro, “La neurociencia ya puede predecir el comportamiento. Pero ¿debe hacerlo?”, El País, 19 de enero de 2015; http:// elpais.com/elpais/2015/01/12/ciencia/1421053581_532953.html.


 JORGE RIECHMAN


Profesor en la Univesidad Autónoma de Madrid.

 Escritor y militante ecologista.

 

 

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